NOVECIENTOS DÍAS DE ASEDIO A LENINGRADO, CUNA DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE
* A diferencia de París y otras capitales de Europa occidental, Leningrado no se rindió nunca ante el fascismo. El asedio comenzó el 8 de septiembre de 1941 y duró hasta el 27 de enero de 1944; el bloqueo se había roto el 18 de enero de 1943.
** Murieron más personas en el asedio Leningrado que en cualquier campo de concentración nazi. Sólo durante el primer invierno fallecieron cientos de miles de personas de hambre y frío, a pesar de los hospitales y los comedores organizados por los soviets. En la ciudad se crearon huertos que estaban vigilados todo el tiempo.
30/01/2017
Durante esos más de 900 días la ciudad quedó aislada del
mundo exterior, escaseaban los alimentos y el combustible y el lago Ládoga era
la única vía por la que llegaban esporádicamente envíos con alimentos, en
verano por el agua y en invierno por el hielo.
Las tropas alemanas llevaban a cabo bombardeos desde el aire
con la intención de obligar a los soldados que defendían la ciudad a que se
rindieran. La mayor parte de los edificios resultaron dañados, varios miles de
personas murieron y decenas de miles resultaron heridas.
En noviembre de 1941 en Leningrado comenzaron a escasear los
alimentos, para entonces hacía tiempo que se habían introducido las cartillas
de racionamiento para distribuir más equitativamente las modestas reservas de
comida entre los ciudadanos. Durante el primer invierno murieron de hambre y
frío cerca de 780.000 habitantes de Leningrado. Los ciudadanos se veían obligados a sacar agua de los
agujeros surgidos en el asfalto de la Avenida Nevski como resultado de los
bombardeos: el suministro de agua también había resultado dañado.
Durante los días más duros del invierno, cuando en las casas
no había luz ni calefacción, la gente mantenía el contacto con el mundo
exterior siguiendo los acontecimientos por radio. La gente salía a la calle cuando era estrictamente
necesario, ya que a menudo les faltaban fuerzas para recorrer incluso pequeñas
distancias. Muchos caían desmayados por el hambre y morían de frío. De las
calles se retiraban muchos cuerpos sin vida.
Para levantar el ánimo de los ciudadanos, el Teatro de
Comedia Musical ofrecía espectáculos en el edificio del Teatro Alexandrinski. Josef Stalin como cultivador de la cultura Soviética, no solo mandó soldados al frente, sino que envió a una compañía de los mejores artistas de la URSS a Leningrado, con un mensaje que quedó para la historia: "La nuestra es una cusa justa, El enemigo debe ser derrotado. La victoria será nuestra"
Los niños que se habían quedado en Leningrado y que habían perdido a sus padres se reunían en hogares infantiles, donde se les intentaba impartir cursos escolares. Pero a menudo acababan en las fábricas ayudando a los adultos. Por ejemplo, montando metralletas para el frente en la fábrica Linotip.
Las empleadas del museo del Hermitage intentaban conservar sus obras de arte de incalculable valor. Durante la guerra, los lienzos fueron extraídos de los marcos y almacenados en los sótanos del museo.
EL LAGO LADOGA "EL CAMINO DE LA VIDA"
Leningrado estaba protegida en todas direcciones por
trincheras y barricadas en las que trabajaba todo el que podía. Además de ello,
los ciudadanos intentaban mantener el orden en la ciudad: retiraban la nieve y
el hielo y limpiaban la suciedad de las calles. Por la única vía que unía Leningrado con el mundo exterior a
través del lago Ládoga, llamado ‘El camino de la vida’, los envíos se llevaban
a cabo día y noche. En verano transitaban embarcaciones con alimentos, y en
invierno sobre el hielo se desplazaban camiones. Estos camiones nunca tenían
puerta del conductor para que, en caso de que el vehículo cayera al agua y
comenzara a hundirse, el conductor lograra salir de él.
Las fronteras de la ciudad y el Frente Oriental estaban
protegidas por soldados con ametralladoras. En invierno se camuflaban con
uniformes blancos que los confundían con la nieve.
A los ciudadanos se les informaba del peligro inminente a
través de unos altavoces por los que sonaba un metrónomo que se volvió muy
famoso: un ritmo rápido indicaba alerta antiaérea, mientras que un ritmo lento
establecía el fin de la alerta.
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